La mayoría de los políticos que no han tenido experiencia en la administración de organizaciones privadas, especialmente en el área financiera, actuarían muy irresponsablemente al usar información y en la comunicación de la misma frente a terceros, si no se informaran, con mucha profundidad, de las implicancias de cada uno de los conceptos
Partamos de la consigna que todos actúan de buena fe. En la actividad privada, el responsable máximo del área financiera suele advertir hacia adentro, que toda comunicación hacia afuera será concentrada en él mismo, o, alternativamente, en quien él designe caso por caso. Esta consigna es fundamental, porque si no se conoce muy bien los temas jurídicos y técnicos, vinculados con las finanzas, pueden originar un severo daño, a la propia empresa, en especial, si el que comunica y el que recepta la información no tuvieran experiencia profesional en lo atinente a finanzas, y, particularmente, en los temas vinculados con las deudas financieras vigentes, y pendientes de vencimientos.
En la actividad privada, el contador público gravita mucho más que el abogado, en todo el proceso de negociación de un préstamo de largo plazo, la instrumentación del contrato de financiamiento, y la información a los entes de control.
Una información que no fuera dada en forma precisa, y con la terminología adecuada, puede generar errores de apreciación en el mercado financiero, que puede tener una severa consecuencia para el sostenimiento del perfil de las deudas que se posean, y de la renovabilidad parcial de las mismas.
Tengamos mucho cuidado con la manera y precisión del léxico que se utilice para la comunicación de novedades vinculadas con la toma de deudas financieras y del cumplimiento de las obligaciones de dar y de hacer durante su vigencia. Igual cuidado cuando se trate de brindar información a las denominadas "calificadoras de riesgo".
Miguel Angel Di Ranni
30.08.2019