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El presupuesto nacional como tablero de control de las políticas de Estado.


Las crisis recurrentes que se han dado en Argentina, tienen que ver, directa o indirectamente, con las derivaciones que se producen en razón de la existencia de un déficit anual permanente, en el presupuesto nacional, a nivel del saldo del cash flow anual primario (ingresos financieros originados principalmente por la recaudación tributaria anual, menos todos los egresos financieros que son necesarios para atender el desarrollo de cada una de las funciones que desempeña el Estado). Luego, al considerar, los egresos financieros anuales originados por la existencia del endeudamiento existente, se determina el déficit anual secundario.

Desde hace 70 años, excepto en pocos ejercicios anuales superavitarios, el déficit financiero final fue déficit, y equivalente a varios puntos porcentuales en relación al producto bruto interno del Estado argentino.

Durante la Presidencia del Ing. Mauricio Macri se encaró muy decididamente la iniciativa de lograr,  al cierre del ejercicio correspondiente a 2019, un presupuesto financiero primario neutro o superavitario, y luego de incluir los intereses de la deuda financiera que se pagan anualmente, lograr también,  en un periodo anual  posterior a definir, el equilibrio presupuestario anual total.

El presupuesto financiero debería siempre arrojar en forma constante, como política financiera del Estado, pero también como ejercicio de una buena praxis, un monto final superavitario. Esto quiere decir, como sucede en cualquier organización privada, que es un símbolo de buena praxis, que no haya déficit, en este caso, de resultas del funcionamiento del Estado. Si esto se mantuviera de esa manera, año tras año, al no existir déficit financiero operativo, no habría que recurrir al financiamiento externo o interno.

La inexistencia de dicho déficit final financiero operativo, naturalmente, sería visto por los países en general, como símbolo de una excelente praxis en el manejo financiero de los números de Argentina. En ese supuesto Argentina sería un país confiable, porque anualmente  no gasta más que lo que ingresa para el funcionamiento operativo del Estado y para poder atender los pagos anuales por intereses del stock de su deuda financiera.

La inexistencia de déficit financiero operativo anual, no originaría ninguna crisis, por cuanto, como ha sucedido muchas veces, existiendo déficit presupuestario anual, originaba que había que buscar un financiamiento externo o interno, y  si ello coincidía con un momento internacional en los que los países  de primera línea restringían el financiamiento a los que tuvieran una calificación inferior al “investment grade”, muchas veces se terminaba resolviendo emitir moneda local, lo cual constituía un riesgo por la generación de inflación, por excesiva volatilidad cambiaria, y devaluaciones del peso en relación al dólar estadounidense. Ello terminaría en una crisis, que ha desembocado muchas veces en la declaración de “default”  y necesidad recurrente de reestructurar la deuda financiera existente.

A partir del momento en que todos los políticos entiendan la importancia de tener una conducta financiera como país, que no arroje déficit operativo a financiar, se pueden encarar definiciones de política financiera y de otros órdenes, observando cómo impacta cada  una de  las definiciones  tomadas, sobre el objetivo de que no exista déficit operativo primario ni secundario anual.

Luego de aceptar  dicho axioma de que no haya déficit fiscal primario ni secundario,  se debe tomar como base para ir definiendo determinadas políticas económicas, y estimar, asimismo,  los ingresos y egresos financieros que se provocarían sobre el presupuesto de resultas de las implementaciones necesarias para instrumentar la política económica seleccionada.

1.    Para lograr que la economía crezca, hay que reducir la presión fiscal, a los fines de lograr que las empresas privadas tengan mayor exceso de fondos libres, luego del pago de  los dividendos en efectivo para los accionistas, con el objetivo que se pueda aumentar el volumen de  producción;  entrar a exportar, o aumentar la participación con ese destino, y lograr mayores  puestos de trabajo.

La reducción de la presión fiscal se puede lograr mediante dos tasas de impuesto a las ganancias: la tasa normal  y una tasa bonificada ni bien se prueben que se hubieren cumplimentado las inversiones comprometidas que aseguren mayor actividad y volumen de las compañías privadas. Dicha disminución de la tasa tendrá una validez limitada en el tiempo. La idea es que la disminución de la recaudación tributaria debería compensarse con la mayor facturación, por el mayor volumen de ventas.

2.    Deberían ir eliminándose los subsidios otorgados por el Estado que gravan la existencia de invalidez, luego de un análisis caso por caso de la veracidad de la existencia de lo declarado.  Asimismo todos los subsidios de tipo social, deberían ir disminuyendo ni bien se vayan recuperando los puestos de trabajo que se hubieran perdido. También los subsidios por tarifas de energía y transporte, también deberían ir reduciéndose con el tiempo a medida que los aumentos salariales en términos reales  se incrementaran por la reducción de la inflación.

3.    Los ingresos de dotación para puestos del empleo público deberían congelarse, hasta que la cantidad de empleados públicos recupere una dimensión acorde  a la actividad y eficiencia, no cubriéndose las vacantes por fallecimiento, renuncias, y  jubilación.

4.    Para mejorar la situación previsional se deberían tomar algunas decisiones como las siguientes: edad para jubilarse, tanto el hombre como la mujer, 70 años. Se debería restaurar el mecanismo de las AFJP, para las personas que se incorporan al mercado laboral, continuando el sistema de reparto a cqrgo del Estado hasta que se extinguieran la totalidad de aportantes a dicho sistema, que aún no se han jubilado. Y luego de obtener la jubilación más los que ya lo obtuvieron, con anterioridad,  por el mecanismo de reparto, hasta que se produjeran los respectivos fallecimientos.

El sistema más adecuado es el sistema de jubilación privada, generado por el mismo ahorro de las personas durante su período laboral. El sistema de reparto significó para el Estado una oportunidad enorme para realizar distintas tareas ajenas a la capitalización previsional financiándose, impropiamente, con el capital proveniente de las jubilaciones.. En el año 2011 se han ingresado al sistema previsional de reparto aproximadamente 3 millones de personas que no habían contribuido con el aporte mínimo de 30 años según las pautas normativas establecidas. Ello dañó enormemente  la posibilidad de haber mejorado las jubilaciones del primer escalón con menores ingresos.

Conclusiones:

El hábito de emitir presupuestos nacionales, como mínimo en equilibrio, o idealmente, superavitario, debería ser de cumplimiento obligatorio para todos los funcionarios que llegan a actuar como administrador en las funciones de gobierno. Ello es símbolo de buena praxis, que contribuye en mucho a evitar las crisis recurrentes que ha padecido la Argentina.

Es recomendable planear las políticas de Estado para lograr el crecimiento del producto bruto interno total del Estado, observando los efectos que se producen financieramente en el diseño presupuestario, para que dichas políticas no se traduzcan en un salto al vacío sin tener claro si hay algún impacto en el objetivo central del funcionamiento del Estado, que dicha actividad se encuentre como mínimo en equilibrio en materia de ingresos y egresos financieros.

Miguel Angel Di Ranni
20.08.2019

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