¿Pero siempre es importante tener en cuenta la situación presupuestaria en el momento de sugerir tomar algunas decisiones por parte de quienes administran el Estado, o de quienes pretenden postularse como alternativas de gobierno?
Respuesta: Las empresas privadas, una familia, una fundación, una asociación, una iglesia una municipalidad, una provincia, la Nación, sea cualquiera el objeto que se persigue encarar por parte de cualquier ente, requieren que se manejen fondos, dinero. Fondos que han de ser aplicados para llevar adelante la actividad que se persigue. Pero antes de disponerse a aceptar los pagos que se prevén que van a ocurrir en un lapso determinado, siempre es necesario tener muy claro cómo se originarán los fondos, que según los tipos de entes, pueden ser las ventas de bienes o servicios, las cuotas sociales, las cuotas por adhesiones, los impuestos a recaudar en los casos de las mencionadas municipalidades, provincias o la Nación.
Siempre es necesario la elaboración de un presupuesto, para no cometer errores graves cuando se dé la realidad de tener que recaudar los fondos, y la realidad cuando hay que usar concretamente dichos fondos para atender los distintos pagos.
La historia política y económica de nuestro país está llena de decisiones tomadas por quienes ocuparon los cargos de los tres poderes del Estado, que no evaluaron en forma preventiva, cómo incidían ciertas decisiones que se tenían en mente tomar, incorporándolas tentativamente dentro del presupuesto nacional existente. Es decir, que lo recomendable es ver cómo juegan los números o cifras que componen el presupuesto nacional, antes de incorporar ese proyecto de decisión, y luego incluyendo ese nuevo egreso de fondos, a los fines de evaluar cómo se va a financiar a partir de que dicho evento se decidiera llevar a cabo.
Para que dicha hipotética decisión no origine, marginalmente, un déficit financiero, se tendría que pensar, si dicha erogación adicional se va a compensar con una eliminación de alguna otra partida de gasto de similar magnitud, o si hay que buscar un nuevo endeudamiento para cubrir los egresos de fondos adicionales, o si no hubiera, si hay que proponer un incremento general de impuestos que abonan los contribuyentes.
En general, lo que se ha hecho lamentablemente, en muchas oportunidades de nuestra historia, es tomar la decisión, sin pensar en cómo dicha nueva situación funcionaría con la situación del presupuesto existente a dicha fecha. Esos actos de irresponsabilidad de ignorar la situación actual presupuestaria, termina provocando las sucesivas crisis que se han producido en nuestro país: inflación, porque se emitió dinero por no obtenerse un endeudamiento para financiar dicho egreso de fondos, falta de generación de nuevos empleos, porque se aumentó la presión fiscal y ello impidió a las empresas privadas, aumentar la producción, o encarar nuevas actividades, aumentar el costo de funcionamiento del Estado, en lugar de hacerlo más eficiente y que no entorpezca la competitividad y productividad a nivel internacional frente a otros competidores en materia de exportaciones.
Es importante, por lo que se ha descripto, que los administradores de un Estado tengan un claro conocimiento de cómo juegan las distintas decisiones a nivel presupuestario, y si no poseen dicho conocimiento, que se hagan asesorar, porque la inflación, la volatilidad cambiaria, la productividad, la competitividad, la capacidad de reinversión de la actividad privada para crecer y crear empleo, requieren mucho conocimiento, y pensar en el país, presente y futuro, y no tanto en asegurar en la permanencia en el empleo público tomando decisiones demagógicas que afirmen su continuidad como político.
Hay muchos candidatos que dicen que ni bien lleguen al gobierno, van a tomar medidas para bajar la pobreza, o para dinamizar el mercado interno, o hacerse cargo de parte de los costos de energía no renovable. Todos esos objetivos lucen muy interesantes, y creo que la gran mayoría de los ciudadanos suscribirían esos objetivos como muy deseables. Algunos lo mezclan con decisiones de no pagar la deuda con el FMI, o con el resto de los proveedores de financiamientos.
Es claro que cualquiera de las medidas a tomar deben integrarse al presupuesto financiero de la Nación existente, para saber, cómo queda la situación presupuestaria global, pero sin alterar el principio de la continuidad jurídica del país, es decir, respetar la ley, los contratos, el pago de los montos de capital e intereses de la deuda existente.
La falta de experiencia de muchos gobernantes, ignoró la situación financiera que exteriorizaba el presupuesto nacional, tomaron decisiones sobre los aspectos que sabían que le producirían un resultado político favorable, porque implicaba la generalización de medidas populistas, dejaron de pagar en los vencimientos respectivos, los montos de capital e intereses de la deuda existente, y trataron de renegociar la deuda con una propuesta de quita inédita, que generaba un daño enorme a los titulares de las acreencias, además de reiterar las recurrentes actitudes que hemos tenido como país, de ignorar los compromisos que hemos tomado como estado soberano, ignorando el daño que se ha causado y causará, respecto a manejarse como país independiente, frente al resto de la comunidad internacional.
Siempre se ha argumentado que la prioridad es tomar decisiones porque temas tan sensibles como la pobreza, la necesidad de ahorrarle al pueblo sufrimientos, dinamizar la creación de empleo, no pueden esperar. Nadie puede soslayar dichos objetivos. Pero en materia financiera, no se puede ignorar la prolijidad y la oportunidad en que hay que hacer cada cosa, y fundamentalmente, si la urgencia ello pretende ser un medio para obtener la indulgencia de producir déficits adicionales en el presupuesto nacional, lo que seguramente, como se ha verificado en la historia macroeconómica y social en nuestro país, termina acrecentando en progresión geométrica los mismos males que se pretenden evitar. El gradualismo, en estos temas, es lo más recomendable, con una adecuada protección social mientras se vayan instrumentando las decisiones de fondo racionales que los temas financieros recomiendan.
Hay muchos candidatos que dicen que ni bien lleguen al gobierno, van a tomar medidas para bajar la pobreza, o para dinamizar el mercado interno, o hacerse cargo de parte de los costos de energía no renovable. Todos esos objetivos lucen muy interesantes, y creo que la gran mayoría de los ciudadanos suscribirían esos objetivos como muy deseables. Algunos lo mezclan con decisiones de no pagar la deuda con el FMI, o con el resto de los proveedores de financiamientos.
Es claro que cualquiera de las medidas a tomar deben integrarse al presupuesto financiero de la Nación existente, para saber, cómo queda la situación presupuestaria global, pero sin alterar el principio de la continuidad jurídica del país, es decir, respetar la ley, los contratos, el pago de los montos de capital e intereses de la deuda existente.
La falta de experiencia de muchos gobernantes, ignoró la situación financiera que exteriorizaba el presupuesto nacional, tomaron decisiones sobre los aspectos que sabían que le producirían un resultado político favorable, porque implicaba la generalización de medidas populistas, dejaron de pagar en los vencimientos respectivos, los montos de capital e intereses de la deuda existente, y trataron de renegociar la deuda con una propuesta de quita inédita, que generaba un daño enorme a los titulares de las acreencias, además de reiterar las recurrentes actitudes que hemos tenido como país, de ignorar los compromisos que hemos tomado como estado soberano, ignorando el daño que se ha causado y causará, respecto a manejarse como país independiente, frente al resto de la comunidad internacional.
Siempre se ha argumentado que la prioridad es tomar decisiones porque temas tan sensibles como la pobreza, la necesidad de ahorrarle al pueblo sufrimientos, dinamizar la creación de empleo, no pueden esperar. Nadie puede soslayar dichos objetivos. Pero en materia financiera, no se puede ignorar la prolijidad y la oportunidad en que hay que hacer cada cosa, y fundamentalmente, si la urgencia ello pretende ser un medio para obtener la indulgencia de producir déficits adicionales en el presupuesto nacional, lo que seguramente, como se ha verificado en la historia macroeconómica y social en nuestro país, termina acrecentando en progresión geométrica los mismos males que se pretenden evitar. El gradualismo, en estos temas, es lo más recomendable, con una adecuada protección social mientras se vayan instrumentando las decisiones de fondo racionales que los temas financieros recomiendan.
Miguel Angel Di Ranni
17.07.2019