El arte literario. De Eduardo Wilde. En Páginas escogidas. Colección Estrada. 29.08.1958
“Después, a lo largo de la
vida, ha leído mucho, mucho, mucho (1), y fueron cambiando sus aficiones hasta
llegar a esta fórmula: “lo único que vale en literatura es lo original y lo que
más seduce es la narración, sin digresiones largas ni comentarios”.
“Ahora para él lo exquisito
de un libro está en la claridad de su forma, en la elegancia de las palabras,
en la consonancia de sus sonidos y, naturalmente, en la novedad del concepto
que expresa.”
“Los más de los libros son
inútiles, porque carecen de originalidad. Si se quemaran las noventa y nueve centésimas partes de las bibliotecas
actuales, no perdería nada la humanidad.”
“El
arte de hablar o de escribir consiste en la naturalidad; el que dice
exactamente lo que piensa es un literato; desgraciadamente se llega a la tumba
sin haber alcanzado, de un modo absoluto, esa forma.”
(1) “
Quien ha leído mucho es Boris… o sea, Wilde. Y si éste, al final de sus días,
cree que el secreto del arte literario consiste simplemente en la naturalidad,
es porque se ha hastiado de sufrir la prosa engolada y el habitual galimatías
de sintaxis, tan frecuentes en las letras de América y en las de España.
Entonces, y, aún, ahora”.
Cuánta verdad hay en la
afirmación que el secreto del arte literario se basa en la naturalidad, es
decir, que no se ensucie un mensaje o una idea con palabras en exceso que
pueden afectar la percepción de lo que se quiere transmitir.
Mi preocupación en este
momento de mi existencia es ser claro en el mensaje para que lo que se recuerde
es la idea o el concepto. Para tener ideas es menester haber recibido
instrucción, es decir, información que proviene de otros para que podamos
agregar nuestras reflexiones en un contexto de valores que permitan agregar aportes
a los conceptos que reciban nuestros interlocutores.
Nuestro país, si se recupera el crecimiento en lo educativo,
es decir, si los docentes, conjuntamente con los padres de cada niño vuelven a
tomar como objetivo número uno el aprovechar extensiva e intensivamente la
educación pública gratuita que existe durante veinte años en la vida de cada
ciudadano, y si los educandos plantean para sí mismos que educarse
profundamente es el objetivo número uno, para que puedan ser artífices de sus
propios destinos, nuestro país podrá crecer en los demás aspectos, económicos,
sociales, sanitarios e institucionales. La buena praxis, en la ejecución de las
decisiones, y la preservación de los valores de acuerdo al deber ser, depurarán
inmediatamente a los que se acercan a la administración del Estado
exclusivamente para quedarse con el ahorro de todos.
Eso llevará su tiempo.
Recuperar tarda más que destruir. Lo importante es ser persistente en adoptar
el objetivo educativo, como el más importante en nuestras vidas. La lectura
permanente en nuestro ciclo vital descubrirá con claridad lo que es bueno para
nuestro país.
Miguel Angel Di Ranni
Doctor en Ciencias Económicas
(UBA)
31.01.2021