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Algo distinto de lo que nos ocasionó volver a empezar muchas veces en 70 años.


Los ciudadanos deben actuar como la última reserva moral de la República para evitar males mayores.

Es conocido por todos que en el lapso 2003 y 2015 se han producido muchísimos actos de corrupción por parte de los funcionarios que estuvieron a cargo de la conducción del país. Ello ha determinado una investigación exhaustiva por parte del Poder Judicial, en las instancias penales correspondientes. Algunos de los juicios que se están sustanciando explicitan que dichos delitos han configurado la forma de la asociación ilícita y la Presidente de dos de los tres gobiernos que existieron en el lapso mencionado, figura, entre muchos otros,  como uno de los miembros de las mismas.

En el orden internacional, la magnitud inédita a nivel mundial de la corrupción verificada en Argentina durante muchos años en el lapso 2003 -2015, fue muy conocida y sorprende mucho que,  quien fuera en dos instancias sucesivas la Presidente durante dicho lapso, no haya rehusado éticamente volver a participar en calidad de candidata a vicepresidente, en razón de la cantidad de juicios que se siguen en su contra, conjuntamente con el que se postula como candidato a presidente, que participó en su condición de Jefe de Gabinete durante uno de los gobiernos mencionados.

Sorprende que tampoco no se haya hecho uso, institucionalmente, de las prescripciones del artículo 70 de la Constitución Nacional que establece que  “cuando se forme querella por escrito ante las justicias ordinarias contra cualquier senador o diputado, examinando el mérito del sumario, en juicio público, podrá cada Cámara, con dos tercios de votos, suspender en sus funciones al acusado, y ponerlo a disposición del juez competente para su juzgamiento”.

En los ámbitos internacionales, causó también mucha sorpresa que un sector importante de los ciudadanos argentinos  no se hayan manifestado en las primarias en contra de quienes se han de presentar como representantes del ex Frente para la Victoria, y de un sector afín del peronismo, en el actual proceso electoral cuya instancia está prevista para el 27 de octubre de 2019. Se preveía que los ciudadanos castigarían  electoralmente  a dicho sector que corresponde a los funcionarios que han cometido muchos delitos de corrupción, a través de las funciones que desempeñaban como Gobierno, y que ocasionaron un serio daño a la República, no solo institucional, sino patrimonial, económico y financiero.

Es posible, y se espera con mucha expectativa, que la ciudadanía  reexamine su postura inicial, y sancione electoralmente a quienes han originado un daño institucional y material durante dichos 12 años de gobierno. Especialmente porque se ha menoscabado uno de los valores fundamentales en la República que es la honestidad en representar a quienes dieron mandato para conducir los destinos de la Nación.

Quienes observan desde el exterior, quienes miran con esperanza e interés a la Argentina, quienes desean invertir en nuestro país,  han analizado y avalado las políticas llevadas a cabo en los años 2016 a 2019 en Argentina. Si observaran que dichas políticas también tienen el consenso amplio de sus ciudadanos, quienes han hecho un gran esfuerzo pero quieren concluirlo en esta oportunidad, a diferencia de lo acontecido  en los últimos 70 años, que no se animaron a cambiar la historia, entonces ello  confirmaría que hay una intención auténtica de la Argentina de encarar seriamente y en forma continua una trayectoria de crecimiento.

Para ello, todos los ciudadanos deben privilegiar la existencia de una República sana, que cumple con la Constitución y las leyes, que deja que el Poder Judicial independiente continúe con la investigación de todos los delitos que se han cometido, que se mejore la calidad educativa, y que accedan en igualdad de oportunidades todos los niños y jóvenes de la educación primaria y secundaria, que se pueda bajar la presión fiscal a la par que se eliminen los gastos excesivos del Estado, que se logre un presupuesto del Estado con superávit primario y secundario, y que ello se mantenga a lo largo de todos los años en el futuro.

Que con la reducción de la presión fiscal, la actividad privada vuelque los recursos a ampliar la producción, o generar un ahorro interno que permita generar las fuentes de financiamiento local. Ello ha de generar un crecimiento en la economía,  y muchos puestos de trabajo adicionales, a la par de la reducción sostenida de subsidios a cargo del Estado.
Para ello, hay que animarse a concluir con los cambios estructurales. Con convicción, con fuerza, y continuidad.

Si los ciudadanos vuelven a avalar a quienes saquearon el país con una corrupción inédita, actualmente bajo la consideración de una justicia independiente, estarán dando hacia el exterior una señal  difícil de entender, mucho más cuando los resultados de lo ya hecho en los últimos tres años y medio permitiría, de continuarse en esa dirección,  eliminar el déficit fiscal secundario residual, y con ello, uno de los factores de riesgo que en los últimos 70 años fue el causante de las numerosas crisis recurrentes que han producido la pobreza y la falta de trabajo.

La decisión que tiene que tomar el votante potencial no tiene que ver con sus preferencias políticas, sino con qué es lo que hay que hacer para que nuestro país se vincule con los países ordenados institucionalmente, que respeten la ley, que no interfiera en la justicia que debe ser independiente y justa, que se aleje de la corrupción, que fomente la educación y el trabajo como forma genuina de progreso de los habitantes de nuestro querido país. Estados Unidos tuvo su independencia en 1776. Nosotros en 1816, es decir, 40 años más tarde. Pero la diferencia entre los dos países es mucho más que los mencionados 40 años. Y ello se debe a que nosotros pensamos que tenemos que votar a los que circunstancialmente nos dan algo material a nosotros, y ellos votan lo que es mejor para su país.

 El voto, sin embargo, tiene más que ver con aquellos que nos aseguren que nuestro país se manejará dentro de los valores considerados como deseables: honestidad, respeto a la ley y a la Constitución, estabilidad jurídica,  crecimiento económico, buena educación en condiciones de igualdad, atención médica, que el Estado no genere déficit  fiscal permanente por existir más egresos que ingresos por razones políticas lo cual nos llevaría a permanentes crisis, que nos dé seguridad, que se combata al narcotráfico y al delito, que haya menos presión fiscal hacia las empresas privadas, de tal modo que asegure más la reinversión de las ganancias, la generación de puestos de trabajo, y el crecimiento de nuestro país. Lo que debemos votar es que nuestros hijos estén mejor que nosotros, y nuestros nietos, mejor que sus padres.

Las nuevas generaciones  comentarán la decisión tomada por nosotros y la recordarán durante muchos años de sus vidas.

Miguel Angel Di Ranni
11.09.2019

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