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TRATANDO DE EXPLICAR.

 Respuestas a algunas preguntas.
Quien sabe muchas veces se habla sobre determinados temas, y en razón de la profesión de una de dichas  personas no se redondea sobre los detalles de algún comentario que haya surgido de una charla, por considerarlos obvios. Claro que pueden ser obvios para alguien que está vinculado con las ciencias económicas, pero puede no ser tan obvio para quien no está involucrado en dichos temas.
Trataremos de entrar en algunos detalles que faciliten una mejor comprensión
Lo que entendemos como obvio es que la Argentina, cuando elabora el presupuesto nacional, no puede ni debe quedarse tranquila si existe a nivel de la última línea de dicho documento, la conclusión que dicho presupuesto arroja un déficit considerable, es decir, que hay un mayor monto de erogaciones o salidas computadas, frente a los ingresos registrados como cobro de los impuestos a los contribuyentes.
Debemos poner bien claro, que en los últimos 70 años los distintos gobiernos de turno no han tenido una preocupación especial por cuidar que no se aprueben los presupuestos financieros si los mismos muestran que  hay déficits,  es decir que las entradas de fondos a lo largo del año tienen que superar a los egresos de fondos. Pero dicha liviandad no es solamente de quienes participan del gobierno de turno, sino también, de los opositores, de los analistas profesionales que son consultados, de los periodistas de medios gráficos, radiales o televisivos, y de los demás sectores de la comunidad, especialmente de aquellos que creen que el Estado no tiene que estar sujeto a esas restricciones que le impidan erogar fondos, bajo el argumento que el Estado no debe funcionar como lo hace la actividad privada.
En la actividad privada, la aprobación del presupuesto anual financiero, tiene que tener un alto nivel de certeza tanto en lo que hace a la seguridad de los ingresos de fondos, como de los egresos. El presupuesto financiero, en especial, en la actividad privada, es examinado muy profundamente por los accionistas en cuanto a que no debe deparar ninguna sorpresa en la concreción de lo que allí se indica.
Por eso que en el Estado cuando se determina los montos que han de provenir de la estructura de impuestos sancionado, se debe ser muy estricto también en la razonabilidad de los egresos de fondos que puede asumir. Todos deberían ser muy severos e inquisitivos sobre la naturaleza del egreso de fondos y su cuantía, porque si hay mucha flexibilidad o falta de rigor en la determinación del monto de cada egreso, ello va a redundar que se estén exigiendo a los contribuyentes, mayores impuestos, lo cual redunda en una presión más alta, y que la empresa privada no puede crecer en la medida que podría hacerlo, si los impuestos a pagar hubieran continuado siendo de un monto más razonable que los que le están exigiendo. Si la empresa privada no puede crecer, no habrá mayor cantidad de puestos de trabajo para cubrir el crecimiento vegetativo. Los aportes patronales, las retenciones a los empleados, también tienen que ser los adecuados, porque si son exagerados respecto a lo que existen en otros países más competitivos que nosotros, no tendremos chances de que los productos que vendan las empresas privadas puedan competir en precio y en calidad con los que habitan en países que cuidan más a los que tienen que pagar los impuestos. Por eso que los representantes gremiales tienen que darse cuenta que el mundo ha cambiado, y que la mejor manera de representar al interés de sus trabajadores no es obtener ventajas desproporcionadas respecto de las que existen en los países más avanzados, porque eso significaría un costo mayor para la entidad privada, y un mayor precio de venta de la misma para poder recuperar dicho costo ineficiente. Ello podría descolocar a la empresa privada cuando tiene que competir con otra empresa, en otro país,  a quien su gobierno cuida mediante el manejo de un presupuesto que controla y analiza los gastos a incurrir.
 Tampoco, el gremialista, no debería tensar al extremo cualquier negociación, para no llegar a producir ineficiencias como las derivadas de pérdida de horas de trabajo por huelgas declaradas, y debería preferentemente solicitar mayor capacitación para sus representados para la realización de los trabajos de la mejor manera posible, que produzca bienes y servicios, mejorando los volúmenes y logrando una calidad muy satisfactoria.
Todos los ciudadanos a los que nos interesa nuestro país, deberíamos bregar para que el Estado no tenga que otorgar subsidios, para que no tenga que hacerse cargo del pago de tarifas por consumos de energía eléctrica y gas de las personas físicas o entidades privadas que argumentan no poder hacerse cargo de dichos costos. También deberían  oponerse a que se acepten a jubilados, sin que los mismos hayan cumplimentado en forma completa los aportes a los que están obligados, y hasta la edad en que deben actuar como aportantes al sistema previsional. Lo que el Estado debe hacer es controlar para que exista una educación primaria y secundaria de alta eficiencia, bien extendida a todos los grupos sociales, para que cada persona en el futuro pueda proveer a su propia subsistencia, para que exista una excelente atención para el cuidado de la salud, que haya fuerzas de seguridad que protegen a las personas y sus bienes.
Si todos los años se logra un presupuesto nacional que se autofinancie, y que no haya que financiar ningún déficit por la existencia de mayores egresos que los ingresos, desaparece una de las causales que mayor stress y crisis produjo a lo largo de los últimos 70 años. En efecto, si hubiera déficit, el Estado debería buscar un financiamiento para poder lograr el dinero para cubrir dicha insuficiencia de fondos. Cómo muchas veces ha acontecido, en la historia económica de los países que viven con déficits crónicos en sus presupuestos, cuando tuvieron que buscar el financiamiento para cubrir el déficit, había crisis internacionales que implicaba que los capitales existentes se resguardaban en los países que califican como “con grado de inversión”. Ante la ausencia de financiamiento, nuestro país ha emitido dinero para sustituir dicha falta de financiamiento. Como es sabido, esa emisión ha originado inflación e hiperinflación, dependiendo del grado y la frecuencia con que se haya hecho y acudido a esta práctica de absoluta mala praxis por quienes, como políticos, han alcanzado la posibilidad de tomar decisiones como administradores de nuestro país.
En estos momentos, en la administración que ha tomado los destinos de administrar nuestro país, se están dando los pasos para lograr que a fines del año 2019, haya un saldo superavitario a nivel del presupuesto nacional, sin contemplar los intereses que haya que pagar por la existencia de la deuda total financiera. Y luego se logre que no haya déficit a nivel total del presupuesto para el año siguiente, es decir el 2020. Esto ha significado muchos esfuerzos por parte de los ciudadanos de nuestro país, pero se ha alcanzado una reducción del déficit primario sorprendente en cuanto al lapso durante el cual pudo concretarse este objetivo. Pero lo importante de aquí en más, es que todos tienen que incorporar este nuevo paradigma, que es que los presupuestos nacionales no originen déficit fiscal. De esa manera, no hay que solicitar un  préstamo para financiarlo, y de no existir dicho préstamo no se cae en la solución fatídica de emisión monetaria, con la generación de inflación o hiperinflación, como ha acontecido.
Ahora bien, lo importante es pensar, más que en las personas que nos puedan gobernar, en lo que debe ser hecho por quienes resulten electos para manejar los destinos de nuestro país.
¿Hay alguna duda que TODOS los políticos deberían darle prioridad que no pueda votarse ningún presupuesto que no esté en equilibrio, es decir, que no haya ningún déficit a financiar?. Este requisito debe ser observado como primera prioridad. Todos recordamos cuando desde distintos sectores han procurado eliminar los incrementos de tarifas de energía, para volver a las que regían en 2017. Ello hubiera originado el otorgamiento de subsidios, y por ende la necesidad de endeudarse, y si no hubiera sido posible, emitir dinero.
Todos recordamos cuando se incorporaron en 2011 una cantidad de  2.500.000 “nuevos jubilados” que no habían hecho los aportes durante más de 30 años, ni algunos tenían la edad para recibir ese beneficio. Pues bien, eso originó un déficit que ha impactado en el presupuesto y que seguirá haciéndolo hasta que dichos jubilados, dentro de veinte o treinta años, dejen de existir. Administrar un país, requiere saber cuáles son las prioridades, y cuáles son los factores de riesgo en los que no hay que incursionar. Y cuáles son los instrumentos para controlar su evolución.
La impericia de quienes nos han gobernado en los últimos 70 años, han originado que muchas veces hemos caído en incumplimiento frente a los acreedores, a quienes no le hemos pagado, le hemos quitado una gran parte de sus derechos de cobrar lo que les correspondía, y además hemos celebrado con aplausos un hecho tan penoso como declarar formalmente que no le iríamos a pagar a nuestros acreedores financieros.
Queremos dejarles a nuestros hijos y nietos, un país que procura hacer bien las cosas. Y una de ellas es vigilar, como base, que todo presupuesto no genere ningún déficit operativo.
Miguel Angel Di Ranni
25.03.2019

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