La gran mayoría de los estudiantes de la escuela
secundaria son responsables y no están de acuerdo con la toma de los colegios.
Lamentablemente, dicha mayoría incurre
en el mismo error que los ciudadanos que en los últimos sesenta o setenta años
han sido sensatos, pero que dejaron, no pocas veces, el protagonismo activo de
las decisiones claves en materia política en manos de una minoría muy activa
pero sin equilibrio y equidistancia al
evaluar los cursos de acción a proponer a sus representados o que pensaron más
en sus intereses que en el bien común.
Quien escribe ha cursado la escuela secundaria durante
los primeros años de la década del sesenta, y en aquellos momentos, en la etapa
previa de la primaria, y durante los años de la secundaria, los alumnos leían
muchísimo a lo largo del año escolar y tenían claro los valores, como la
Constitución, las leyes, la ética y la moral. En aquellos momentos nos educamos
con las lecciones de urbanidad,
educación democrática, instrucción cívica, y muchísimas lecturas formadoras adicionales,
en los doce años previos al ingreso a la universidad.
Teníamos muy claro el deber ser, es decir, el marco
jurídico en el cual todas las personas estaban habilitados para moverse, sin
avasallar el derecho de los demás. Nuestros padres, obraban con los mismos
valores alineados a los que nos inculcaban nuestros maestros y nuestros
profesores. No existía el libre albedrío sino en el contexto enmarcado por las leyes, la ética y la moral.
Luego comenzó un franco proceso de declinación surcado
por el facilismo, por evaluaciones complacientes, por el miedo a traumas
psicológicos originado por una competencia en función del conocimiento, por
igualar hacia abajo, por el eufemismo de calificar de una manera no
cuantitativa.
Así pasaron muchas generaciones. Hoy ya una nueva
generación no puede mirarse en el espejo de la generación precedente, porque no
notaría cambios para intentar mejorar.
Tenemos que reformular los paradigmas
que signifiquen una vuelta a los valores marcados por el deber ser, es decir,
un comportamiento alineado al marco de
la constitucionalidad, la legalidad, la ética y la moral. Hay que explicitar, claramente que robar está mal, que cometer
actos de corrupción está mal, que acceder a un trabajo, respecto del cual no se
está capacitado, está mal. Hay que respetar los derechos de los demás. Hay que
dejar actuar a los que más saben, a los que más pueden agregar valor en cada
una de las ramas del saber. Hay que recuperar la eficiencia que en algún
momento conocimos.
El marco jurídico, y la existencia de sanciones para
quienes lo quebranten, es lo único que puede preservarnos como sociedad
organizada. La división de poderes es fundamental. La independencia y velocidad
de la justicia es clave. La igualdad ante la ley sin ninguna excepción entre
los que la quebranten, es la garantía de
un crecimiento social y económico, como nación.
Miguel Angel Di Ranni
25.09.2017