El presupuesto de un país, es para sujetarse al mismo.
Cuando
se lo aprueba, se aprueba todas sus cifras y las premisas con las cuales fue
elaborado. En la mayoría de las organizaciones existe ese documento, y la mayor
riqueza no es sólo su elaboración, sino la información de las explicaciones de
las variaciones que se hayan producido, de resultas de la comparación entre las
cifras estimadas y las reales.
En un país organizado, el mismo pueblo se esmera para que no
se tomen decisiones que impliquen gastar más en algún concepto que lo que se
había previsto y aprobado.
Reducir impuestos en mayor cuantía que lo que estaba
previsto, el mismo pueblo lo mira con preocupación; que el Estado se haga cargo
de los consumos de electricidad y gas,
más allá de los usuarios a quienes se les acordó tal franquicia, es también
algo que el mismo pueblo lo debería mirar con preocupación, porque implica que
el Estado tiene que derivar ingresos al pago de subsidios.
Incrementar el
sueldo de los docentes más allá de lo que está previsto como premisa
inflacionaria, también es algo que el pueblo debería mirar con preocupación.
Todos estos conceptos son reducciones de ingresos corrientes o incremento de
gastos corrientes, que tendrían que producir, dentro del mismo presupuesto, otras
decisiones para compensar estos desvíos. De otra manera, ello incrementará el
déficit corriente que implicará la necesidad de endeudamiento, en el mejor de
los casos, o emisión monetaria e inflación, en el peor de los casos.
El Estado, quienes lo gobiernan, los partidos opositores, los
periodistas especializados, los locutores de espacios de noticias, todos los
que de alguna manera administran una casa, no pueden mirar con buenos ojos
acceder a mayores gastos, sin
preguntarse de dónde va a salir el recurso para financiarlos. ¿Por qué no
piensan todos, en estos temas, de similar manera? Es claro que todos queremos
que los maestros vayan ganando más, que los impuestos disminuyan, que todos
paguen la energía que consume y no que tenga que hacerse cargo el Estado. Pero
ello tiene que hacerse en armonía con lo que esté aprobado en el presupuesto.
Cómo me gustaría que alguna vez en un programa periodístico,
el partido opositor llegue a plantear, seriamente, cómo se compensa el mayor
gasto que entusiastamente está sugiriendo. O el periodista de turno, tenga
sobre el origen de los recursos similar preocupación a la que ostenta para
avalar el legítimo reclamo de algún sector.
¿Por qué hay que ser muy vigilantes en no consentir estos
desvíos de ingresos y gastos corrientes? Porque de esa manera se puede pensar
en inversiones muy importantes para mejorar el futuro: rutas, caminos, puentes,
inversiones para energía no renovable y renovable, obras para protección de
inundaciones; puertos, aeropuertos, dragados, radares.
Hay que abandonar el paradigma de hacer pujas por lograr ventajas sectoriales, si ello no se encuentra en el presupuesto nacional aprobado dentro de los mecanismos constitucionales. Plantear a través de huelgas mejoras que no se encuentran incorporadas dentro de lo aprobado en el presupuesto nacional, contribuye a consumir mucha energía del Estado que debería estar concentrada en los planes de largo plazo para beneficio de las generaciones futuras. No quiere decir que excepcionalmente no se pueda plantear algo distinto de lo que se encuentre incluído en el presupuesto nacional, pero ello debería ser muy excepcional y el reclamante debería ser el que primero reconozca que es algo no contemplado en el presupuesto nacional vigente, y su petición debería estar acompañada de una propuesta de postergación de algún otro gasto o de la creación de algún impuesto, que no desnaturalizara la política económica que se estuviera llevando adelante.
Si los gobernantes, la oposición, el periodismo, el pueblo en
general, muestra auténticamente la preocupación por el exceso del gasto por
encima de lo previsto en el presupuesto, ello originará indudablemente, que los
representantes gremiales sean más sensatos en la postulación de
reivindicaciones que no están incluidas en el presupuesto.
Soy de quienes piensan que pertenecer al primer mundo es por
la forma distinta de pensar.
Miguel Angel Di Ranni
10.03.2017