El propósito de este artículo es
clarificar algunos conceptos que puede ayudar para entender algunas cuestiones que hoy se están discutiendo
públicamente: cómo se generan los puestos de trabajo y de qué depende que
dicha creación sea eficiente. Para ello
me voy a imaginar el rol de Presidente de un país, cualquiera fuera su forma de
gobierno, aunque podría ser lo mismo si me refiriera a cualquier jefe de
familia enfocando los temas económicos de esta última. Esta explicación la voy
a simplificar al máximo posible para que un exceso de detalles no perjudique el
razonamiento sobre el tema principal.
El Presidente de un país tiene,
como administrador del mismo, ingresos
provenientes de los impuestos que se recaudan de todos los contribuyentes. Con dichos impuestos el Estado tiene que prestar una diversidad de
servicios: educación pública, hospitales, defensa, seguridad, mantenimiento de rutas,
calles, monumentos, edificios públicos, etc. Dichos servicios básicamente se
dividen en dos conceptos: personal para poder llevar adelante los mismos, y los
insumos materiales.
Por lo tanto tenemos lo que se
llama ingresos corrientes (impuestos) y gastos corrientes (remuneraciones del
personal más los insumos materiales). Lo normal es que los ingresos corrientes
menos los egresos corrientes produzcan un superávit. ¿ Por qué es necesario un
superávit? Ahora con lo que se va a comentar seguidamente se va a poder
clarificar el por qué de ese requisito ineludible.
El Presidente tiene que tener en
cuenta que hay que incurrir en inversiones no corrientes, pero necesarias, para ir creciendo como país y que, a su vez,
origine tener mayor potencialidad para que haya mayor actividad industrial , comercial,
de sectores primarios y de servicios, y por derivación, mayores puestos de
trabajo para atender dicho incremento de actividad. Dichas inversiones no
corrientes están representadas por nuevos puentes, nuevos caminos, más y
mejores aeropuertos, construcción de
puertos, dragado de ríos para mejorar las vías de comunicación fluviales, etc.
Lo lógico es que las inversiones
no corrientes, para llevarlas a cabo, sean realizadas mediante préstamos
financieros a ser cancelados en el largo
plazo. O sea que el monto del préstamo tomado más sus intereses han de ser
cancelados en el futuro, en un lapso a convenir con la entidad que suministró
el financiamiento. Lógicamente la
devolución del préstamo va a ser posible, si existe año a año superávits de
resultas de comparar los ingresos corrientes y los gastos corrientes, que permitan pagar los intereses de la deuda, y a lo largo
de muchos años, ir pagando montos parciales del endeudamiento.
Por tanto los nuevos puestos de trabajo, van a
surgir en la medida que fruto de las inversiones no corrientes, que realice el
Estado, permita a los contribuyentes incrementar la producción o incursionar en
nuevas actividades o proyectos, que se ven facilitados por la mejor
infraestructura existente dado las inversiones no corrientes llevadas a cabo
por el Estado.
También el contexto favorable que ayuda mucho
para la creación de nuevos puestos de trabajo,
es si la administración del Estado no genera inflación, brinda seguridad
jurídica, y permanencia de las normas, se preocupa por la eficiencia en los
costos y se respetan todas las normas legales.
De esto se desprende que es
sumamente importante que los
costos corrientes en cualquier Estado, es decir, los costos de personal más los
insumos materiales, sean de una entidad tal que no absorban toda la recaudación
que se logra vía el pago de impuesto por los contribuyentes, de tal manera que
permita, a través de estos últimos, también pagar los intereses de la deuda a
largo plazo, y los montos de capital de deuda a largo plazo que venzan y que no se refinancien.
Por tanto los puestos de trabajo
son los que se necesitan, ni más ni menos, para desarrollar eficientemente una actividad,
y la cantidad de dichos puestos no puede generar un costo que exceda un
porcentaje razonable de los ingresos corrientes que lo financian.
Si se incrementara la dotación de
personal más allá de lo estrictamente necesario, ello disminuirá el superávit o
generará déficit operativo, lo cual impedirá la ejecución de nuevas inversiones
públicas de largo plazo, por no poderse tomar deuda, dado que no existirá
superávit financiero operativo para poder atender los servicios de la deuda e
intereses. Ello hará que disminuya la inversión pública, y además, habrá que
aumentar la presión fiscal para equilibrar el déficit operativo del Estado, lo
cual resentirá también la ejecución de las inversiones privadas.
Estos razonamientos son comunes y
similares a todo ente u organización, desde la familia, en sus aspectos
financieros y económicos, las empresas y el Estado nacional, provincial o municipal.
Cuanto más cuidadosos son los
entes, cualesquiera fueran ellos, en la
administración de los ingresos de los
que disponen para incurrir en los costos corrientes, y ello genere superávits
operativos, más posibilidades hay de
acelerar el proceso de ejecución de nuevas inversiones de largo plazo, financiadas con
nueva deuda de largo plazo, cuyos intereses y amortización de la deuda, puedan
ser cancelados con el nuevo superávit operativo generado. Ello a su vez retroalimenta
otra vez este círculo virtuoso.
Miguel Angel Di Ranni
15.01.2016