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Administrar para los ciudadanos actuales y para los que aún no nacieron



La persona que desarrolla en algún momento de su vida la tarea de  político debe encarnar el deseo que, en tareas de gobierno, o dentro de la oposición, pueda  influenciar  para que el Estado pueda instrumentar los medios para ir mejorando la situación presente y futura de los habitantes de nuestro suelo. Pero claramente, su visión no tiene que ser solamente para los que estamos viviendo actualmente, sino con la percepción que también es lo mejor para los que van a nacer y vivir en nuestro querido país, en los años por venir. Esta visión es muy importante, porque condiciona muchísimo el criterio para la concepción cómo deben  administrarse los recursos del Estado.
En la actividad privada, en las organizaciones, los criterios que usan en la toma de decisiones quienes tienen la responsabilidad para administrarlas, son para beneficio de los actuales accionistas, pero siempre con la idea de que los resultados de dicha administración asegure una permanencia de la organización en el largo plazo, que vaya creciendo a lo largo de los años, para que sirva también para las generaciones futuras. El acto de administración, para los que están preparados en serio para administrar, tiene esa concepción innata de lograr la perdurabilidad del ente que los ha contratado.
El criterio básico para una administración responsable, en todo el mundo, cualquiera fuere la ideología política del país, es ser muy eficiente en el uso de los recursos financieros. Los egresos de fondos, en cualquier presupuesto de corto y largo plazo, tienen que estar condicionados estrictamente al valor absoluto de los ingresos. Los ciudadanos observan al Estado como si se tratara de la propia casa. A los ciudadanos no les satisface que haya un exceso de empleados públicos, no ve con buenos ojos, que en el presupuesto del Estado haya déficit fiscal recurrente a lo largo de los años. A los ciudadanos no les agrada que haya huelgas permanentes, concentraciones por reclamos, otorgamiento de subsidios o dación de beneficios sin contraprestaciones responsables en su adjudicación y  en su control de ejecución. El populismo no tiene cabida en los países más serios del mundo, porque los primeros que se oponen a ello, son los que resultarían inicialmente los beneficiarios directos pero también los perjudicados del futuro.
¿Cómo nos están mirando hoy desde afuera?  Ven con simpatía el reflotamiento que está haciendo el actual gobierno del estado de quiebra de Argentina en el que estaba al inicio de su gestión. Coinciden en el esfuerzo de la reducción del déficit fiscal que se está encarando. Pero hay una enorme duda sobre Argentina, para el recambio de autoridades a fines del año 2019. La oposición no observa una convicción genuina en cuidar los recursos financieros, alineados con los ingresos tributarios que se recaudan. Quienes quieren invertir en nuestro país se asombraron primeramente por los episodios de violencia en diciembre de 2017, en contra de las fuerzas policiales que quería impedir el ingreso al Congreso; también  cuando se votó una ley para retrotraer las tarifas de energía al año 2017. Se sorprenden cuando la despenalización del aborto, que fue aprobada en Diputados, al pasar al Senado juzgan como innecesario que sea considerada por la Comisión de Presupuestos antes de ser tratada en votación por la Cámara de Senadores. ¿No importa saber el incremento de gastos que podría llegar a tener que afrontar los hospitales del Estado, de resultas de una eventual mayor demanda de atención médica, si se votara finalmente la despenalización del aborto? ¿No importa si ello va a originar un déficit que pueda generar que haya que tomar deuda o financiarla con emisión de dinero?
La desconfianza actual hacia Argentina, no obstante la confianza clara hacia el actual gobierno, es porque se advierte nítidamente que en un tema tan esencial como la responsabilidad frente al presupuesto nacional, en temas tan simples como la necesidad de sostener que no haya déficit fiscal, que haya una presión tributaria razonable, que no haya huelgas ni concentraciones permanentes, el eventual recambio de otras alternativas partidarias no está explicitando claramente, genuinamente que le interesa en la práctica que continúe una sana administración de los recursos, para beneficio de la gente actual, pero también de los futuros ciudadanos que todavía no han nacido pero han de vivir en el futuro en Argentina. Lo que se espera no son solamente enunciados, sino el nuevo pensamiento distinto al  de los últimos setenta años, traducido en una actitud seria, responsable y solidaria de una oposición que piensa en el país, presente y futuro. Y ello que se exteriorice en actos concretos que ayuden al crecimiento de nuestro país.

MIGUEL ANGEL DI RANNI
06.07.2018
  

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