Sobre el aborto.
La convivencia de los seres
humanos puede tener momentos de conflictos que los separan.
Pero a esta altura de
nuestra civilización las discusiones pueden plantearse dentro de un contexto de
valores, sobre otros aspectos diferentes y de menor jerarquía que los valores
que sirven como marco de referencia. Lo
que no puede justificarse es la discusión sobre estos mismos valores.
El derecho a la vida, es uno
de los valores que no se discuten ya entre los seres humanos. Nadie tiene
derecho a quitarle la vida a una persona
que es una realidad o que tiene todo el
derecho de llegar a serlo. Bajo ninguna circunstancia. Debo señalar que
me resulta sorprendente que se pueda considerar querer defender un derecho para
lo cual la consecuencia es impedir que otra persona pueda hacer valer su
derecho a la vida.
El enunciado general es el
derecho a la vida, por lo cual, no se compadece en un Estado jurídicamente
organizado que otorgue, a través de una ley, la autorización para que prive de
la vida a alguien que tiene naturalmente dicho derecho desde la gestación. El
Estado puede, vez por vez, intervenir cuando se pueda plantear el derecho a la
vida entre un ser humano que tiene ya vigente dicho derecho, y otro que ya lo
tiene en expectativa.
El ser humano debe
contribuir a través de lo que le dicta su conciencia, a que la humanidad sea
cada vez más civilizada.
Sobre la situación Argentina
en el momento actual.
Yo creo que el Gobierno
actual no ha cometido ningún error que pueda considerarse de una entidad tal
que haya generado un impacto negativo sobre los muchos avances que se han
producido en sus dos años y medio de funcionamiento. Se han podido corregir a
tiempo muchos de los obstáculos que fueron heredados por la actual
administración, lo cual evitó un desastre que aún hoy estaríamos lamentando.
Estoy convencido que la pérdida de confianza que muchos atribuyen como
principal causa de la crisis cambiaria reciente, se debe a que analistas del
exterior tomaron debida nota cuando se empezó a verificar que importantes
sectores como el vinculado a la
oposición política, a los analistas macroeconómicos, al periodismo en general, a ciertos empresarios,
dan claros síntomas de no estar dispuestos a cruzar la línea que tampoco han
querido cruzar los gobiernos de los últimos sesenta años para solucionar con
pasos claros y concretos las causas determinantes de las crisis recurrentes en
que Argentina se ha visto envuelta.
La preocupación por parte de
los observadores nace de comprobar que hay elementos muy concretos que pusieron
de manifiesto que la pretensión del Gobierno de solucionar el déficit fiscal y
la balanza comercial, no se encuentra incorporado por los sectores mencionados,
al punto que la oposición aprueba en Diputados el proyecto de desandar las
tarifas de energía, con la consecuencia brutal de volver a incrementarse el
déficit fiscal y comercial, que ha sido el determinante de las crisis
recurrentes en nuestra historia de los últimos sesenta años.
El Gobierno ha manejado con
mucha prudencia el tema tarifario, desde el momento que más de 3,5 millones de
ciudadanos tiene asignada la tarifa social. Un sector de la clase media ha
privilegiado su confort individual, argumentando que los incrementos tarifarios
son impagables, en lugar de reestructurar su consumo familiar, dándole
prioridad a los gastos de educación, salud, alimentos y tarifas de energía, y
postergando muchos otros gastos en que muchísimos ciudadanos en los doce años
que se extendieron entre 2003 y 2015, pudieron incursionar en razón que el
costo de la energía consumida prácticamente era cercano a cero. En el año 2003
prácticamente entre el 9 y el 10 por ciento del ingreso era invertido en
atender el costo de la energía. En el año 2015, el costo de la energía
representaba el 0,6%. El monto ahorrado por tener durante los mencionados 12
años el costo de energía prácticamente gratis, fue volcado a alternativas de
gastos prescindibles, como teléfonos celulares, internet, cuotas de un
automóvil nuevo, viajes al exterior, equipos de aire acondicionado y muchos
otros sobre los cuales sería lógico reversarlos, total o parcialmente, frente a
la esencialidad de afrontar los consumos de energía.
Algunos consumidores de
clase media argumentaron que no podían hacerse cargo del incremento de tarifas,
solicitando, implícitamente, que se hiciera cargo de ellos, el Estado, mediante
el retorno a los subsidios del Estado.
No es posible que un Estado
pueda tener a lo largo de su historia una estructura de gastos que supera
holgadamente a su estructura de ingresos. No es posible que los legisladores
propongan ciertas leyes que impliquen un incremento del nivel de gastos, sin
plantearse sobre el origen de los fondos para financiarlo, y sobre la
conveniencia de seguir aumentando la presión fiscal de los contribuyentes, por
el efecto nocivo que ello tiene para la generación del ahorro nacional que podría
contribuir a lograr un país con
crecimiento global. No es posible que haya periodistas serios que sostengan la
necesidad de atender por parte del
Estado ciertas necesidades de la comunidad,
y no haya en la misma proporción otros periodistas serios que sostengan
una auténtica preocupación para oponerse a llevar adelante dicho proyecto a
menos que otro gasto actualmente existente, deba eliminarse para poder atender
al financiamiento de la nueva propuesta.
No es posible que no haya
una preocupación muy claramente explicitada, en todos los sectores de la
ciudadanía, por la existencia de una cantidad abultada de empleados públicos
que originan una parte importante del déficit fiscal que se viene acumulando a
través de los años. Dicha preocupación tiene que traducirse en una definición
clara que permita el congelamiento de nuevos ingresos de empleados públicos, y
planes para capacitar y transferir gradualmente a la actividad privada a la
cantidad de recursos que exceden a los necesarios.
Hasta ahora no se ha logrado
que la ciencia de la administración tenga éxito en mantener de una manera sostenida y sin graves
consecuencias, que las organizaciones, sean éstas públicas o privadas, puedan
incursionar en mantener los egresos de fondos por encima de los ingresos. Tarde
o temprano, las consecuencias comprometen el presente, y empobrecen el futuro
de las nuevas generaciones.
En nuestro pensamiento y
reflexión está la llave del futuro promisorio de Argentina.
28.05.2018
Miguel Angel Di Ranni
Miguel Angel Di Ranni